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El Peruano
LoNuestro
Miércoles 14d
H
ay otros detalles de
lo vivido y escucha-
do en esa
mikuna
dominguera que no son lo
que parecen ser o que son
interpretadosdeunamanera
distinta –si nos permiten la
aclaraciónoladuda,porqueya
andamosmedioconfundidos–
por los poquísimos viajeros,
curiososoturistasquevisitan
Alto Churuyaku-Valisho, una
comunidad kiwchas lamistas
sembradaentrelasondulacio-
nes del verdor de SanMartín.
Y es que los forasteros lle-
gan a Lamas (la capital pro-
vincial) o al barrio El Wayku.
Ahí van con el apuro como
ESPECIAL
compañeros los grupos de
turistas que son atraídos por
laspromesasdelaexóticasen-
sualidad de Tarapoto, donde
el paraíso existe, recordando
la frase de un empresario ho-
teleroque invitabaavisitar la
regiónenuna época en laque
la violencia y el terror se afa-
nabanen contradecirlo.
Lagosycataratas
Peronadaeseterno. Lacalma
volveríayesaselvamontañosa
empezaría amostrarse como
loquerealmentees: unparaí-
so con lagos y cataratas, con
potajes apenas degustados
en la Costa y en la Sierra, con
Lamas,
cuestión
de
identidad
Ubicadaasolo21kilómetrosde
Tarapoto, aLamas se leconocecomo laCiudadde los
TresPisoso terrazasnaturalesocupadaspor unbarriodenativosyotrodemestizos. Ambos
sectoresposeenunaparticular idiosincrasiaque leotorgapopularidada la cultura lamista.
LA SELVAALTA ESPERA
tragos de nombres provoca-
dores y procaces preparados
con frutos, cortezas, raíces y
aguardiente, a los que se les
atribuyencualidadescasimila-
grosasenlaslidesyencuentros
amorosos.
Si esas propiedades son
verdaderas o son solo un
mito acuñado para acrecen-
tar las ventas, no es un tema
que se debatirá o expondrá
en este relato. Los caballe-
ros –y los periodistas de via-
je– no tienen memoria en lo
que respecta a los avatares
pasionales. Esa conveniente
amnesia los libera a pronun-
ciarse sobre este tópico y les
permiteaparecercomohom-
bres enigmáticos.
Bueno, esoes losqueellos
piensan, como si alguien
creyera que son tremendos
conquistadores o consuma-
dos rompecorazones. En el
supuesto negado de que lo
fueran, ninguna de sus ha-
zañas sería comparable a las
de los comuneros casaderos
de Alto Churuyaku-Valisho,
que sin tomar una sola gota
de esos brebajes propiciato-
rios se arman de valor para
raptar a sus futuras esposas.
Se las llevan nomás. Eso
es lo que ordena la tradición.
Suenaterrible, injusti icable…